ZEPPELIN ROCK: Microrrelatos - Basura espacial 2: En el jardín

miércoles, 22 de febrero de 2012

Microrrelatos - Basura espacial 2: En el jardín



Segunda entrega de microrrelatos de ese libro en marcha titulado Basura espacial

La vida tranquila y rutinaria de un hombre cualquiera es asaltada por un individuo malencarado que le pide cuentas, un dinero fruto tal vez de antiguos asuntos turbios de los que uno no puede desprenderse fácilmente pese a haberse convertido en un tipo "corriente". Entre la vida y la muerte, con la espada de Damocles amenazante, cualquier movimiento o gesto inadecuado pueden resultar fatales. Leed, hermanos.




En el jardín 

YO en el fondo soy un poco dormilón, siempre lo fui, pero mi trabajo actual me impide ese dichoso reposo del guerrero al que me había mal acostumbrado en mi juventud. Por eso aprovecho los fines de semana para despacharme a gusto y levantarme cuando el cuerpo también se ha cansado de dormir (de todo se cansa un cuerpo). 

      Ya serían cerca de las doce cuando me levanté en calzoncillos y me asomé a la ventana para contemplar el día soleado y luminoso de esa mañana de sábado. Juani, mi esposa, ya se habría marchado sola a hacer la compra semanal, harta quizá de esperar que yo despertara. Era lo frecuente.

      Salí al jardín y allí estaba él, firme sobre sus piernas abiertas y con cara de pocos amigos. (Bueno, llamar jardín a esto quizá sea un poco pretencioso: se trata únicamente de unos metros de césped mal igualado por dejadez que rodean una piscinilla más bien raquítica con agua las más de las veces turbia). Portaba una pistola en la mano y me apuntaba al pecho. Me miró con el entrecejo fruncido y, con una voz seria que me sonó a impostada, me soltó: 
        –Arriba las manos, capullo. 
       Yo las levanté, pero esbocé una pequeña sonrisa quizá nerviosa o incrédula, porque la frase me sonaba a película de gángsters. 
        –Borra esa sonrisita estúpida de tu cara, mamón, si no quieres que te facture aquí mismo. 
     Me esforcé por hacerle caso. Luego, un pequeño llanto y unas palabras de súplica surgieron de improviso. En realidad, siempre he sido un cagón, lo reconozco.
        –Te deshaces como una damisela. No me andaré con rodeos: suelta la pasta y déjate de teatros. 
      Lo que solté enseguida fue una carcajada. Eso pudo con su paciencia y apretó el gatillo sin miramientos. Fue entonces cuando recibí en el cuerpo el chorro de agua tibia (quizá tomada de la piscina). Al final me remató en el suelo hasta dejarme empapado. Mi hijo siempre ha sido muy novelero y bastante malhablado.


Ángel Carrasco Sotos

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5 comentarios:

  1. Jajajajaja, cuida a ese niño que promete.
    Me gustan esos aires de "pequeño padrino".
    Besos.

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  2. Tow: Bueno, todo es inventado, no hay nada de autobiográfico, pero la cosa tiene su gracia, jaja.
    Besotes.

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  3. Que buen rollo entre padre e hijo, si el mio osara hacer algo parecido, sin dudarlo sacaría el kalashnikov de agua que tengo guardado para estas ocasiones y nos enzarzaríamos en una brutal batalla de agua jajaja
    Saludos.
    Adeu.

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  4. Bueno, Angel, ya he visto tu nuevo proyecto en solitario. Adelante con estos microrrelatos. Mira, este verano me pasó una situación similar con una pistola de agua de uno de mis sobrinos. Saludos.

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  5. Camagroc: Muy bueno el comentario. Además no dudo de que sería así, jaja.

    Johnny: Sí, ya era hora de que hiciese algo en solitario. No ha nada como el hogar dulce hogar, con las ventanas abiertas para que corra el aire y la puerta al menos entornada en espera de amigos. En fin, gracias por tus palabras de aliento: esto de los micros es un entretenimiento como otros.

    Saludos.

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